2 de octubre de 2013

Volare oh oh oh

Estaba yo un día de Agosto en el aeropuerto de Ginebra...

Caminando con paso decidido, me cruzo con una rubia de mediana edad, ni fu ni fa, pero que menea la coleta de una lado a otro como una colegiala...ridícula.

Acelero el paso, cargada con dos maletas samsonite y sin prisa alguna me planto detrás de un chico, bien vestido, alto y con ese aire bohemio que hace que me fije más de la cuenta en él.

Viajo sóla, de ahí que preste tanta atención a mi entorno;gente que compra algo de comer, que va y viene, gente que se reencuentra y que me hace sonreír.Me pasaría observando a la gente todo el día, me encanta. Hay veces que hasta imagino que vida tendrá cada uno o a donde se dirige.

Cuando facturo, clase Business, no que haya sido elegida a propósito sino que las circunstancias me hicieron pagar más de lo necesario, me entero como novata que soy, que tengo acceso al fast track y a la sala VIP.Y nada más pronunciar estas palabras la azafata, en mi cabeza no para de resonar la palabra "comida, comida, comida-gratis". Como en las tragaperras en las que esperas que te salgan las tres cerezas..pues igual, pero en mi cabeza.



Una vez en la sala VIP, me encuentro rodeada de mujeres enfundadas en velos, que sin decir ni pio se beben un zumo y mordisquean una chocolatina.Ataviadas con esos "sueños" de bolsos hace que me pregunte cosas que no estoy a relatar ahora.

Después de buscar el sitio idóneo me siento, llena de esa timidez de principiante de salas VIP, esperando que la vergüenza de levantarme desaparezca ante el tic tac del reloj de la pared que me indica que el tiempo se acaba y que si quiero comer tengo que que levantarme AHORA; y la estúpida vergüenza desaparece gracias a Dios más tarde que nunca.

No hay nada mejor que comer gratis, si, si...soy así de vulgar. El comer lo que quiera gratis me produce un placer indescriptible. Como tenga o no hambre. Soy esa de la de la vergüenza inicial que comería justo en la puerta mirando a esos pobres "normales" que pasean por la terminal y tienen que pagar por el bocadillo un precio de escándalo.

Cuando vuelvo cargada de comida aparece el típico petardo de mediana edad tirando a feo... mis sueños de toparme con un Johny Deep hacen aguas y me desvanezco en el sillón de piel negra. Y como no, el señor que no quiero delante de mi, ya que la sala está particularmente vacía me ofrece cacahuetes y algo de beber, si...ca-ca-hue-tes. No, eso si que no.


Con aire decepcionado digo que no, pero el susodicho ha sido elegido para amargarme mi intrusion en las altas esferas y decide hablarme. Preguntarme por qué se yo del wifi del aeropuerto...Y desisto, yo que pensaba que en estas salas sólo había gente "guapa" dejo a la mitad mi zumo y muffin de chocolate y me encamino a la puerta de salida sin evitar mirar mi imagen en el espejo de la puerta y darme cuenta que yo no pintaba tampoco nada y que debe ser el procedimiento habitual en estos casos, o das la talla o viene un actor secundario a darte la tabarra para que desaparezcas del cuadro.

La vida es eso, un viaje en el que a veces vas cómodamente sentado en business y puedes disfrutar de determinados privilegios u otras en las que vas en el sillón de clase turista  llevando encima a tu hijo de casi dos años sin que la azafata te ofrezca ni siquiera una almohada para apoyar el brazo cuando éste se duerme.

Pero que bien sienta una sonrisa al darte el billete, un por favor pase, un "que desea de beber?"...acostumbrada a que la maleta sea demasiado grande para cabina y tenga que dar mi riñón si quiero volar,que la maleta llegue la última cuando facturaste entre los primeros, pues que quieres que te diga, estos viajes se recuerdan y se cuentan!.



PD: El don cacahuete iba en mi vuelo, pero gracias a Dios no en Business como la "sotoscrita".Y es que hay veces que es mejor permanecer en tu manada y no mezclarte con los VIP para no llevarte desilusiones.

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